Cuando pasa el torbellino de cuerpos entrelazados y piel ardiente,
cuando descansan por un rato esas ganas locas de fundirse en el otro,
llega la inmensa calma. Llega ese silencio profundo,
la respiración tranquila.
La paz.
Y nos olvidamos de todos los males,
y solo nos escuchamos el corazón.
Que bien que nos hace ese momento.
Mi cabeza en tu hombro, mi mano en tu pecho, tu mano en la mía.
Y sé entonces que no hay lugar más bonito en el mundo que éste.
Y siento que no necesito nada más que acurrucarme en tu pecho
para saber que eres el lugar al que siempre quiero volver.
Mi cabeza en tu hombro, mi mano en tu pecho, tu mano en la mía.
Y sé entonces que no hay lugar más bonito en el mundo que éste.
Y siento que no necesito nada más que acurrucarme en tu pecho
para saber que eres el lugar al que siempre quiero volver.







