martes, 21 de agosto de 2012
Herramientas
Cuando abres tu pecho y desangras tus heridas ante alguien en quien confías, le entregas junto a tus palabras y tu dolor, tres herramientas: un puñal, una caricia y la libertad de elegir como usarlas.
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miércoles, 15 de agosto de 2012
Una Gaviota Curiosa (Cuento)
Ya había terminado mi día, nosotras
las gaviotas nos dormimos tempranito, pero algo me quitó el sueño.
Les contaré...
Una mujer taciturna se sentó sobre las
dunas, a pocos metros de mi; hizo una breve llamada y
apoyó su cabeza en el tronco de aquel árbol inmenso. Cerró sus ojos y
la venció el sueño. Estaba muy cansada de tanto llorar y de una agónica vigilia,
pero eso lo supe más tarde.
Él llegó poco después, la despertó
con dulzura y sin cruzar palabra tomó su mano y la invitó a
caminar. Me vi tentada a seguirlos, no sé porqué, no es de gaviota ir detrás de
la gente.
- No he demorado tanto princesa. ¡Te
has quedado dormida! dijo el muchacho. "Es peligroso estar
solita aquí"
Traía su sonrisa de duende travieso,
una sonrisa casi mágica, de esas que súbitamente hacen que el otro
sonría también, aun en medio de las lágrimas.
Bajaron a la playa, los seguí de
cerca, nadie sospecha de una gaviota junto al mar...
¿Cómo será llorar? Eso no nos pasa a
nosotras las aves.
Sobre la arena, olvidando el frío y
dejando huellas invisibles, comenzaron a charlar. Me quedé por allí,
curiosa; en invierno pocos bajan a la playa por la noche.¡ La gente hace cosas
tan extrañas! Nunca los entenderé.
- "Gracias" dijo él,
rompiendo el silencio y manteniendo su sonrisa. "Pensé que ya
no te hacía falta mi hombro"
- "Eso nunca pasará"
contestó ella en un suspiro. "Eres siempre mi refugio cuando ya
no sé que hacer o a donde ir. Eres mi amigo, mi escape. Por eso nunca entendí que
digas "gracias" cuando soy yo quien te necesita. Perdón
por ser tan egoísta"
-"Perdonada mi muñeca . Y aunque
te recuerdo que también corres a mi cuando a nadie le importa tu
alegría, confieso que aprovecho para estar allí cuando abres las puerta"
susurró con picardía. "Soy un oportunista empedernido y no
pido perdón por eso."
-"Tonto!"
-"Tonta tú!"
Comenzaron a reír y a empujarse como
niños jugando en la arena. Era tan lindo verlos. Yo quisiera
poder hacerlo - a reír me refiero- pero apenas puedo graznar.
Volé unos metros más allá para disimular, se supone que, a nosotras las aves nos asustan las
personas y preferí actuar conforme a mi esencia.
Detuvieron su andar, él la abrazó
tiernamente por un buen rato sin hacer preguntas. No hacía falta, la
conocía de memoria y sabía que eso era lo único que ella necesitaba en
ese momento. Un abrazo cálido, íntimo y cómplice. Sentí su
paz cual si yo fuese paloma.
¿Cómo serán los abrazos? Con estas
alas no se puede sino volar.
El abrazo terminó y se quedaron
mirando a los ojos. Creí que se besarían y no quise ver, pero no,
los oí hablar y volví a mirar.
- "Cuéntame que sucede ¿Qué te
tiene tan triste?" preguntó él preocupado.
Ella habló y habló recostada sobre su
hombro, mientras él le secaba las lágrimas y acariciaba el cabello
en silencio. Aquel muchacho escuchó atentamente sus palabras, cada
una de ellas parecían importarle, cada palabra tenía sentido.
No diré lo que le oí decir, hay cosas
que mejor queden selladas entre las olas, la arena y yo, pero sentí
su dolor.
Luego de escucharla sin interrumpir,
comenzaron a dialogar. Él le daba ánimos, consejos, y poco a poco
ella se fue animando. En todo ese tiempo, no dejó de colmarla de
besos en sus manos y su frente. Otra vez el silencio, las miradas
profundas y finalmente el beso apasionado que quise evitar ver antes y
ahora me tomó por sorpresa. Pensé, ¿Cómo se sentirá besar? Mi
pico sólo sirve para comer y limpiar mis plumas.
Tras el beso, la caricias se hicieron
más intensas, los suspiros más profundos y como quien se deshace de
cadenas, sus cuerpos se liberaron y comenzaron a amarse
locamente. No hubo un centímetro de aquella mujer que él no hiciera
suyo, que no gozara plenamente.
Penetró su cuerpo y su alma, y desde
donde yo estaba, aquella imagen era tan hermosa como volar... y de
eso yo si se bastante. Me sentí avergonzada y metí mi cabeza entre las
alas. Entre mis plumas deseé saber como sería hacer el amor de esa
manera. Sentí envidia, quise ser ella y suspirar de esa manera, pero
¿quien a visto a una gaviota suspirar?
Se hizo muy tarde, aun para los humanos
y llegó el momento de partir. Desplegué las alas, remonté vuelo y
mientras me alejaba los escuché reír nuevamente. Esta vez, la risa de
la muchacha era diferente, hermosa, sincera. Quise tanto saber reír...
Desde lo alto, los vi despedirse con
ternura. No escuché lo que decían, ya estaba muy alto en el cielo,
pero presiento que volveré a verlos por aquí alguna otra vez.
Volví a mi roca, me quedé dormida y
soñé que aquella mujer era yo y por fin comprendí esos sentimientos que
como gaviota nunca viví.
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