Como las gaviotas que huyen de la costa y sobrevuelan la ciudad anticipando la tormenta, despliego mis alas, me alejo de mi orilla mansa.
La siento llegar, implacable, inevitable.
Vuelo en círculos, quiero escapar y encontrar un refugio. Conozco el aire enrarecido… lloverá.
Todavía hay sol, sin embargo preparo mi plumaje, preparo mi guarida y espero mirando al cielo. No hay nada más que pueda hacer, las tormentas escapan de mi voluntad y aparecen negras sobre mi horizonte.
A veces, me arriesgo a expresar mi temor y entonces escucho una voz que dice, nada pasará, no lloverá, todo está bien. Y digo si, lo sé. Para que discutir con una tormenta que ni siquiera aun sabe que vendrá por mí a llevarse todas las cosechas….
No hay nada que preguntar, no hay respuestas, nunca avisan, pero se sienten llegar. Está llegando.
Nunca me toman por sorpresa, mi plumaje conoce la historia repetida y la anticipa.
No podré decir que no lo sabía, porque mis días de sol duran muy poco, pero los aguaceros toda una vida.
Ya viene llegando la tormenta, me escondo en mi guarida y no vuelvo a rogar que no llueva, de todas formas lloverá.
Aparecieron las primeras nubes, pronto vendrán más grandes y negras.
Estoy tan cansada de volar en círculos.
Lloverá.
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